Carmelo del

Santo Niño Jesús

Belén

La Orden del Carmelo

 

La Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo no se remonta a un fundador determinado sino a un grupo de ermitaños que vivieron cerca del Manantial de san Elías sobre el Monte Carmelo, viviendo de la doble herencia espiritual del profeta Elías y de la Virgen María. Al principio del Siglo XIII, recibieron una regla de vida, escrita por el Patriarca San Alberto de Jerusalén.

Al fin de dicho siglo tuvieron que emigrar bajo la presión sarracena.

Es así que se diseminan en numerosos conventos de religiosos carmelitas por toda la Europa cristiana. Gracias a presencia tan fructuosa, es que en España, en el siglo XVI, Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz ingresan en la Orden del Carmelo. La divina Providencia va a asociarlos a una reforma de la Orden y desde entonces se comenzará a hablar de Carmelo Descalzo o Carmelo Teresiano para nombrar a la nueva rama salida de esta reforma.

 

En el equilibrio armonioso de la vida fraterna y la vida de soledad, los religiosos y las religiosas del Orden del Monte Carmelo se esfuerzan en ser a través de sus oraciones y de toda su vida el amor en el corazón de la Iglesia Nuestra Madre como tan hermosamente lo ha expresado la santa carmelita Teresita del Niño Jesús.

 

Actualmente hay por el mundo unos 800 conventos de religiosas carmelitas y 500 de hermanos carmelitas.

En Tierra Santa las carmelitas se encuentran en las ciudades santas de Belén, Haifa, Jerusalén y Nazareth, mientras que los carmelitas están presentes en Haifa y Jerusalén.

 

Para un conocimiento más exhaustivo de la Orden, podéis consultar el sitio:

www.ocd.pcn.net o bien www.carmesdechaux.com, sobre los Carmelos en Tierra Santa.

 

 

 

Fundación

 

El 20 de agosto de 1875, diez carmelitas dejan su mona-sterio de Pau (Francia) para emprender la fundación de un Carmelo en Belén. Entre las hermanas fundadoras, se encontraba la Hermana María de Jesús Crucificado, Mariam Baouardy, la pequeña árabe, quien fue el alma de este pequeño grupo.

La bienhechora Berthe Dartigaux las acompaña durante el viaje, regresando a su tierra una vez comenzada la obra. Posteriormente, en mayo de 1879, ella volverá a Tierra Santa para vivir con la comunidad.

Es la misma Mariam quien guiada por el Señor designa el lugar del futuro Carmelo, sobre la colina de David, de frente a la colina de la Natividad.

La primera piedra es colocada el 24 de marzo de 1876, mientras que la comunidad habita provisoriamente en una casa cerca de la Basílica del Nacimiento.

La vida conventual es inaugurada el 21 de noviembre de 1876 mientras algunos trabajos continúan. Mariam muere antes de que se completen los mismos, el 26 de agosto de 1878.

 

La construcción de la iglesia empieza en el 1888, y su bendición solemne tiene lugar el 9 de noviembre de 1892. El templo es dedicado a San José, como lo manifiestan los hermosos vitrales que lo adornan.

Mariam ha querido que el altar sea ubicado justo sobre la “gruta de David”, dónde el santo rey habría recibido la unción real de mano del profeta Samuel.

 

Carmelitas en Belén

 

Belén es ante todo el lugar donde Jesús nació, y Mariam ha querido que nuestro Carmelo sea dedicado particularmente a contemplar y honrar el misterio de la Encarnación, así como la pobreza y la infancia de Jesús. Mensaje espiritual de Aquél que es por excelencia el Hijo y que quiere arrastrarnos en pos de sí a fin de que, en Él, nos convirtamos en lo que realmente somos, hijos bienamados del Padre. Naciendo en Belén, precisamente en “la cuna de su padre David”, es que Jesús ha venido a participar de nuestra humanidad.

Construyendo el monasterio en forma de torre sobre la altura llamada “Colina de David”, es David mismo y toda la historia bíblica en la cual se inscribe Jesús, a quien Mariam siente el deber de honrar y contemplar.

Los montes de Moab a lo lejos, con la historia de Ruth y Noemí. El Monte Nebo y Moisés. La depresión del Jordán y el Mar Muerto, Jericó. El profeta Elías en camino  hacia el Horeb. Jerusalén tan cerca. Todos estos recuerdos bíblicos son como una semilla echada en tierra, la historia de salvación, ya que aquí Dios se ha ligado definitivamente a nuestra humanidad.

Vivir aquí como carmelitas, es acoger en nuestras oraciones toda esta herencia espiritual a fin que pueda fructificar sobre esta Tierra Santa la cual no obstante se encuentre muchas veces desgarrada por tantos conflictos, está indudablemente sembrada de Esperanza. No deseamos otra cosa que entrar en este misterio de pobreza e infancia espiritual del Hijo de Dios e Hijo de María para convertirnos en Él y con Él en “la casa de la alegría y de la paz” para todos los hombres de buena voluntad.

En esta ciudad bendita de Belén, en dónde se entrelazan el sonar de los campanarios, los llamados de los ‘muecines’… y la tumba de Raquel, estando todo tan cerca, a las puertas mismas de Jerusalén, ¡cómo no unir en lo más profundo de nuestra oración todos estos destinos y ofrecerlos a Aquel que es el Príncipe de la Paz, a fin que El reine en todos los corazones!

 

 

Emaús

 

En 1878, en ocasión de un viaje a Nazareth para preparar la fundación de un Carmelo en la ciudad de la Anunciación, la Beata Mariam designa un lugar que sería el mismo en donde Jesús partió el pan con los discípulos de Emaús. La Beata hizo adquirir dicho terreno a Berthe Dartigaux como propiedad del Carmelo de Belén.

Desde entonces han sido emprendidos algunos estudios arqueológicos y excavaciones.

Emaús es un lugar bíblico, lleno de historia desde la época macabea. En el Siglo III, la ciudad toma el nombre de Emaús Nicópolis y un tiempo más tarde se convierte en una sede episcopal. Numerosos restos del período bizantino (Siglos IV-VII), en particular dos iglesias y un baptisterio cruciforme, certifican la presencia de un lugar importante de peregrinación desde esta época. Con la conquista árabe, la aldea de Emaús tomó el nombre de ‘Amwas’.

He aquí el lazo providencial que encontramos entre estas dos tierras que el Señor quiso que sean de nuestro Carmelo: Jesús Niño acostado en un Pesebre en la noche de Belén (“Casa del pan”) iluminando las tinieblas del mundo y Jesús Resucitado abriendo y explicando las Escrituras y partiendo el pan para sus discípulos desorientados en Emaús… En la Eucaristía, Jesús nos alcanza y nos invita a vivir de su Vida manifestándola a todos con su resplandor en el corazón mismo de cada noche…

Una hija de nuestro Carmelo tiene la misión de Belén y de Emaús… ella tiene la misión de iluminar al mundo, desde la adoración silenciosa y gozosa ante ‘El Verdadero Pan del cielo’ hasta la meditación constante y fructuosa del ‘Pan de la Palabra de Dios’. ¡Así ilumina al mundo una carmelita, con la Luz que toma de Él: Luz de las Naciones y Pan partido para la vida del mundo!

 

El horario de una jornada

 

El horario cotidiano refleja el equilibrio armonioso entre vida eremítica y vida comunitaria propias de la Orden del Monte Carmelo.

He aquí el horario ordinario:

6.00 Oración.  7.00 Laudes, luego Eucaristía y Hora Tertia.

12.00 Oficio de Mediodía, Almuerzo, Recreación y Hora Nona.

17.00 Vísperas.  17.30 Oración.  18.30 Oficio de lecturas

19.00 Cena, Recreación y 20.30 Completas

Cada una de las religiosas se dedica en la soledad a su trabajo particular y a una hora de lectura espiritual.